Casi una treintena de jóvenes de Vino Nuevo – grupos de fe del colegio- tuvimos la gran oportunidad de celebrar la Semana Santa en la comunidad ecuménica de Taizé, cerca de Lyon, en Francia, junto con otros 3000 jóvenes de otros países. Tras un viaje larguísimo en autobús de trece horas nos costó acostumbrarnos al ritmo de oración y comidas de Francia. Pero en cuestión de un par de días ya estaba todo controlado: madrugar para rezar y desayunar, no dormirnos mucho en los momentos de silencio, establecer vínculos bonitos con otros jóvenes en los grupos de reflexión y en el tiempo libre –mención especial para el Oyak-bar-, superar los retos que nos ponían los monitores y disfrutar de los días grandes de la Semana: el lavatorio de pies del jueves, la adoración de la cruz del viernes y la hoguera de la mañana de la Resurrección.
La lista de anécdotas es innumerable: la comida francesa y la cuchara, los viajes a pueblos cercanos, las redadas nocturnas, los “nuevos” celíacos, las amistades noruegas…
Mucho se podría contar, aunque algo parece inenarrable: cómo Jesús fue acercándose a cada uno de nosotros y hablándonos al corazón. Para algunos fue una sorpresa agradable, para otros fue esa sensación de paz y armonía que nos habla de que Alguien con mayúsculas sigue cuidándonos y se fía de nosotros. Pero sobre todo, ¡gracias al colegio y a los monitores Clara, Uxía, Candela y Fernando por proponernos esta experiencia tan, tan… difícil de calificar! Amor, quizás sea eso: una experiencia de amor, compañerismo y ganas de seguir nuestro camino de fe y búsqueda de sentido.
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